jueves, 17 de noviembre de 2011

Hado (a mis abuelos, a todos los abuelos)




No sé cuando fue;
en qué momento,
en qué lugar,
lo contemplé.

Hoy,
miro,
de modo distinto,
el diario de su piel.

Leo sus leyendas,
sus verdades,
imborrables:
los recuerdos de niñez,
las andanzas de mayor,
las alegrías,
los sufrimientos del corazón.

Sus ojos
son esferas que,
medio apagadas,
revelan algo inevitable,
un destino irreparable.

Sus cabellos nevados
al tiempo delatan.

Pero, a pesar de todo,
miro su cara
y veo esperanza,
felicidad,
satisfacción vivida;
veo la sonrisa
que rebosa en su mirada.

Contemplo,
en silencio,
que me mira,
que me habla sin palabras:
sabe que se va,
pero que en mí
algo de él quedará.

3 comentarios:

  1. Lo escribí después de haber estado con mi abuelo y ver que ya no es el que era. No es el que era para él(por sus capacidades que se han ido limitando con el tiempo), para mí es más que antes, si cabe.

    :)

    ResponderEliminar