jueves, 29 de noviembre de 2012

Recuerdos del Pasado

Foto gracias a Almudena Segado.



El mundo se volvió a parar a su alrededor, se congeló todo en un instante. Ese día no llovía, pero su cara estaba empapada por el llanto que brotaba de sus ojos sin cesar. Apenas podía sostener el papel entre sus dedos, el pulso le temblaba y las fuerzas le fallaban a causa de la gran conmoción que se estaba forjando muy dentro de ella.

Londres había sido su refugio los últimos dos años, había sido el sitio que la había protegido hasta ahora, pero, de pronto, comprendió que es imposible huir del pasado, que las sombras de este habían logrado encontrar el camino de vuelta y que siempre lo harían. En medio de la nada no queda nada, pero en el centro de las emociones se te abre un mundo que jamás olvidaste.

Allí, encima del puente de la Torre de Londres, se encontraba rodeada de una gran multitud y, sin embargo, se sentía sola, vacía de la mayor mentira que ella misma había creado. Esa no era su vida. El viento azotaba su cuerpo como a un árbol solitario y el frío comenzaba a meterse entre cada recodo de su piel. Todo sucedía demasiado lento entorno a los contundentes y acelerados latidos que resonaban en su cabeza sin piedad. Era su conciencia, la misma que le había hecho guardar aquella carta hace dos años y meterla en ese abrigo del que ahora había sido rescatada.

Ella no tenía la culpa y, en cambio, la culpabilidad tenía su nombre. Abandonó a la persona que más amaba por la vaga ilusión de un mundo mejor, por el egoísmo disfrazado de unos cuantos cheques firmados. De repente, volvió a tener aquella sensación, esa tan distinta en la que tan siquiera encuentras palabras para definir lo que ocurre dentro de ti; algo que se encuentra exactamente en algún lugar dentro de tu caja torácica y que baja hasta el estómago para lograr una explosión que se va difuminando y quiere salir por tu boca. El calor se empezaba a apoderar de nuevo de su cuerpo. Le estaban ardiendo los labios por volver a besarle. Dejó viajar su imaginación hacia lugares lejanos de otra época pasada, lugares que se empezaban a hacer presentes en ese mismo instante. Las caricias, los besos, el tacto de su piel, el aroma de su pelo… todo envolvía el consciente estado de delirio que transcurría en un breve minuto, el más agridulce desde que llegara al país que un día la protegió de esos mismos recuerdos.

El sonido de un claxon la sacó del trance y en seguida comprendió que aquello nunca más volvería a pasar, que no volvería a sentirle, a tenerle, que las oportunidades son únicas y que cada una tiene un coste. Ella ya había pagado por el suyo, tenía todo aquello que había buscado.

Con las piernas aún temblándole y la mirada perdida en las siluetas que veía gracias a la translúcida luz que pasaba a través de sus lágrimas, se dirigió a la barandilla del puente y, sin dudarlo, dejó caer el recuerdo de su mano casi inerte. Lo vio posarse en el agua y cómo esta lo empapaba poco a poco hasta que se lo llevó del todo a algún lugar en las profundidades de aquellas turbias aguas. 

sábado, 17 de noviembre de 2012

El (mi) Éxtasis

Es el aire que recorre la estancia,
que envuelve la noche,
que se pasea por su piel.

Es la música que acaricia mis oídos,
que acelera mis latidos,
que duerme el ayer.

La luna nos mira a través de la ventana
de aquel cuarto pintado
con el más dulce color a miel.

Un beso se me escapa,
una caricia se adelanta
y el aliento sale sin querer.

Floto en la nube
que soporta mi delirio,
que delira conmigo.