viernes, 2 de diciembre de 2011

Su Fragancia

Sólo respirar su fragancia,
una sola vez,
le hizo falta a mi alma
para quedar enganchada por siempre.

Cada mañana acudía a la tapia
a no ver nada,
a inhalar su aroma.

Demasiado alto era el muro
para poder contemplar
al emisor de aquel hermoso olor.

Busqué algo con que trepar,
algo con lo que subir,
algo que en nada dejara
a aquella cruel pared.

Y un buen día apareció,
allí estaba apoyada en la piedra,
una forjada e iluminada escalera.

Escalé por sus peldaños a lo alto,
abrí los ojos y miré,
y al fin pude contemplar
aquel maravilloso paisaje sin igual.

Pero no, no era todo aquello
lo que había despertado en mí
el idílico y bohemio frenesí.

Había algo más:
no hizo falta nada
para dar con la flor más deseada,
porque ella estaba ahí
tan parecida y tan distinta a todas.

Era la rosa más hermosa,
la más bonita y por mí preciada.

Pero yo sabía que una barrera,
toda de piedra entallada,
era lo que nos separaba.

Aún así me prometí, mirándola,
que todos los días allí acudiría,
que iría a adorarla.

Pues, como bien fue escrito
por un ilustre del corazón:

"para el amor
no hay barrera de piedra"

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