Cuando leas esta carta yo
ya no estaré aquí.
Significará que tuve a
partes iguales valor para marcharme y miedo de quedarme.
Es imposible concebir un
mundo en el que tú no estés a mi lado.
Es imposible volar sin una
mano que me haga volver al suelo cada vez que cruce la delgada línea.
Es imposible.
Es imposible.
¿Te acuerdas cuando
decías que mirara de cara a la realidad?
Pues resulta que ya la he
visto y no me gusta.
Me he quedado suspendida
en el vacío.
No entiendo de qué me
sirve vivir en un mundo que me está agrietando la piel poco a poco
para llegar a un final en el que acabará por destruirme.
Aún así, lo peor no es
eso.
Lo peor es que el destino
me obliga a recorrer ese camino sin ti.
Sonríe, vida.
Sonríe porque tú aún
estás por encontrar al acompañante que compartirá contigo el largo
recorrido.
Sí, por fin he
comprendido que no soy yo.
He llegado a admitir que
tu mano derecha solo puede aferrar otra única mano.
Tienes que andar.
No corras, no hay prisa.
Llegarás.
Cuando veas que tropiezas,
levanta la mirada, agarra esa mano y vuelve a caminar.
Esas piedras son los
adornos del sendero para no caer en la monotonía.
Sonríe, vida.
Sonríe porque cuando
sonríes hay primavera.
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